lunes, 5 de enero de 2009

El Final de una Vida

- -




Estaba preparando una entrada sobre el Feng Shui acerca de un artículo que apareció en Metro, pero las circunstancias cambian, ocurren cosas y todo se trastoca. Unas veces esos cambios son golpes de suerte... otras veces son golpes del destino.

A G de Galleta le ha tocado conocer de primera mano el dolor que provocan las tragedias en las personas que las sufren: hasta ahora era como un reportero de guerra inmortal, alguien sin miedo a las balas y a los quiebros de la Fortuna; una conciencia que tan sólo retransmitía lo que vivía, un espejo que, sin pasión, reflejaba los sentimientos y dolores que observaba... eso ocurrió cuando el terremoto de China, y alguna otra vez que viajó a guerras. Pero muchas veces, lo más doloroso es lo menos épico, y uno descubre, como hizo G, que la propia vida depara cruentas batallas en las que no hay balas, pero que duelen como heridas abiertas.

G ha aprendido a perder. No algo material, que de eso se recupera uno en dos días. Ha aprendido a perder algo irrecuperable, un trocito del alma... algo que incluso no llegó a apreciar en su momento. Quizás también ha aprendido a llorar de verdad, desde dentro.

A veces se dice que uno nunca llega a conocer bien a las personas, y esto parece ser verdad. Nunca uno deja de sorprenderse, para bien o para mal, de la gente que le rodea. Lo dramático es cuando uno descubre que alguien cercano ha sido un luchador, cuando descubre facetas desconocidas, logros sorprendentes de alguien a quien no se podrá admirar, al que no se le podrá decir lo orgulloso que hace sentir. Siempre existieron los héroes anónimos, y cuando uno descubre uno, siente el deseo de proclamarlo a los cuatro vientos sabiendo que a nadie le preocupará. Así son esos héroes anónimos, que sólo son héroes locales, para los que andan cerca.

Pero cuando uno se va y se rompe el alma de todos aquellos que le rodearon, cuando, aunque sea durante un minuto, la vida a su alrededor se detiene, cuando todo se oscurece y paraliza... quizá signifique que ha merecido la pena.

G ha aprendido algo que siempre se sabía, que todo el mundo dice y todo el mundo sabe: que cuando uno pierde algo, es cuando empieza a ver todo lo bueno que era. Así es la historia: siempre nos arrepentiremos de no haber dicho "te quiero", de haber dicho demasiados "déjame en paz" y de no haber apreciado lo que teníamos. Una vida entera, que mereció ser vivida, que mereció ser compartida, y que tardé en apreciar en su justa medida. Adios y D.E.P.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Víctor, soy Rebe. La verdad no sabía que escribieras tan bien, creo que iré leyendo tu blog de vez en cuando. Sabía que escribirías algo relacionado con lo que ya sabemos y me ha encantado. Eres grande primo. Gracias.

Anónimo dijo...

Soy de las que creen que te conviertes en lo que has sido, pero repartido en las almas y corazones de aquellos que te rodearon, que te vivieron, que compartieron, en los que dejaste huella. Te ha quedado una parte de héroe, de héroe local, como dices, que es incluso mejor que los épicos de libro... A seguir luchando y a seguir ganando batallas; con los héroes que están, y por aquellos que lo dieron todo y ya se han ido, llevándolos como estandarte.
Un abrazo fuerte fuerte, héroe ;)

(I'll be there for you...)