jueves, 11 de febrero de 2010

Los Fronstris de Kellog's

No he podido resistirme. Estaba viendo unos videos de los grandes Faemino y Cansado y he tenido que compartir a estos grandes genios del humor. Son de los humoristas que más me han gustado siempre, ese humor absurdo y "campechano" hace que me desencaje. no sé qué os parecerá a vosotros, pero os dejo este vídeo para que lo decidáis:



Y bueno, esto era todo. Las entradas que estoy haciendo ultimamente no tienen nada que ver con la temática que había pensado para el blog, pero bueno, supongo que de exámenes no me apetece pensar ni comentar cosas de ciencia... ¡estoy ya saturado!

domingo, 7 de febrero de 2010

Del Factor Humano y otras intimidades



Hace tiempo comencé la que creía sería una serie de entradas acerca de libros. Esa iniciativa terminó siendo un pequeño cuadrito lateral donde salen algunos de los libros que me he leído ultimamente. Decidí no escribir sobre libros, después del comentario sobre el libro de Feynman. Siempre he pensado que los libros son bastante personales. No es como una película, en la que en un momento dado, todos los presentes están en la misma parte de la historia. No. En un libro, sólo tú sabes qué está pasando en ese momento, qué les ocurre a los personajes, qué sientes... y da igual que estes en el Metro. Es una intimidad personal.

Por eso, cuando recomiendo un libro, procuro recomendarlo a una persona que pueda disfrutarlo. No suelo recomendar libros sólo porque me gustasen a mí, sino también intentando conocer a la persona que lo va a leer. Por eso también decidí que escribir una entrada sobre un libro sin saber quién iba a recibir esa recomendación me pareció un sinsentido.

Sin embargo, de vez en cuando ocurre. Llega un libro, que no resulta especialmente llamativo, que incluso no apetece leer, pero que te lo recomiendan con insistencia. Y cuando lo abres, descubres una historia fascinante. Sobre todo porque es real. Hablo de El Factor Humano de John Carlin (el de las papelerías, supongo).

He de reconocer que me lo prestaron y lo dejé a un lado, en mi cuarto, encima de las tareas (eternamente) pendientes. Pero coincidió que con gente del equipo de rugby fuimos a ver la peli (sí, en plan motivaos), Invictus. Eso me convenció. Decidí que, como siempre que hacen una película, en el mejor de los casos, es algo peor que el libro, si la peli era tan buena el libro sería mejor. Y según abrí el libro... supe que había ocurrido.

No voy a entrar en detalles, porque siempre me pareció un coñazo hacer una redacción de un libro para el cole, así que no lo voy a hacer así, de gratis, pero sí quiero comentar un par de cosas. La primera es que nunca un libro sobre política de un país que apenas conozco, y apenas me importa, me enganchase tantísimo. Sí es verdad que trata principalmente de cómo Mandela consiguió ascender a la presidencia, y transformar un sistema horroroso como el Apartheid en una democracia, pero para ello se remonta a antecedentes politico-históricos, explicaciones de decisiones políticas, crisis habidas, etc. Pero está muy bien narrado, con buen tempo, no se convierte en una pesadilla lenta y aburrida. Eso es difícil.

La segunda cosa que quería comentar, y es la que me ha "obligado" a escribir esto, es lo que he sentido leyendo el libro. Los que me conocen (el grueso de lectores de este blog) sabrán que no soy muy dado a sensiblerías, y tiendo más a la ironía o al cinismo, pero lo que me ha pasado con este libro es distinto. He tenido que parar de leer en el Metro, en determinados (aunque numerosos) momentos, porque me resultaba profundamente difícil no llorar. No de pena, sino de admiración, de emoción pura al ver que ha existido gente capaz de perdonar las atrocidades más abyectas, que ha sido capaz de darse cuenta de que la mayoría de los enfrentamientos se deben al miedo y a la incomprensión entre personas, y que ha sido capaz de sacrificar sus deseos de venganza, capaz de ahogar sus odios y rencores, con el único fin de reconciliar una nación. Gente como Mandela, que por un fin más elevado, por decirlo así, en plan poético, decidió abrazar a sus verdugos, a sus enemigos, olvidar sus pecados, y como un sacerdote generoso, concederles el perdón. No estuvo exento de momentos de tensión, en que parecía que no iba a conseguir su objetivo, porque ni sus partidarios ni sus enemigos podían creer que fuese a perdonarles. Pero es increíble. Lo consiguió.

Por eso, aunque mantengo lo que he comentado al principio, creo que sería un egoísmo atroz no decir a la gente que, por error o por ignorancia, o por aburrimiento, esté leyendo esto, deje de hacerlo y consiga este libro. Sé que me lo agradecerán.

Y para aquellos que no les guste el rugby o no les interese, pueden leerse el libro tranquilos. No va de rugby, sino de personas. Y quizá, inducidos por el sabor dulce que les dejará la lectura, se animen a descubrir en qué consiste jugar a rugby.

Saludos y galletas.