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Tiempo atrás aún hablaba en alto, para oír su propia voz y no sentirse tan solo. Fue difícil perder a todos sus compañeros, poco a poco. Pero ya no le preocupaba. Sabía que estaba solo, y probablemente lo estuviese hasta el fin. En realidad, la misión no sólo era ambiciosa en los medios empleados, sino absurda en el objetivo. Una misión que ya duraba tres generaciones: sus abuelos lanzándose al espacio con idea de que sus hijos o nietos encontrasen alguna estrella que no estuviese a punto de morir, con algún planeta para colonizar. Sin duda no habían calculado bien las probabilidades… o estaban absolutamente desesperados.
El ser humano nunca pudo aceptar la propia muerte, menos aún la muerte térmica del Universo. Aunque desde que se tienen registros de la historia humana, el hombre siempre conoció las leyes termodinámicas. En todos los sistemas habitados que se conocían se sabía que esto pasaría. Pero cuando uno habla de cosas que ocurrirán en millones de años, no tiene consciencia plena de lo que se trata.
Así que se negaron a aceptarlo, los soles empezaron a agotarse y comenzaron a lanzar muchísimas tripulaciones, familias enteras, en muchas direcciones diferentes que prometían máxima probabilidad de éxito. Les lanzaron a un Universo ya muy frío, de estrellas agotadas, muertas. Un Universo de energía degradada. Y ahora, aunque él encontrase una estrella con algunos miles de años de vida por delante, con un planeta adecuado, daría igual. Llevaba vagando por el espacio años, según su propio reloj. Estaba solo, y no habría colonización, no habría generaciones futuras. Había llegado la muerte térmica del Universo, y él estaría allí para verlo.
2 comentarios:
Está muy bueno, lástima que no ganara. Debe ser desesperante la situación, realmente.
Saludos, y felicitaciones por el relato.
Muchas gracias. Hay que reconocer que el ganador del concurso era realmente bueno. Puse el enlace, y te lo recomiendo. Un saludo!
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